Os contaré el mío:
Era una fría noche en Madrid. Volvía de casa después de haber tenido una magnífica velada en compañía de mis amigos, donde reímos y bebimos. Fué algo inolvidable.
Iba caminando por una calle estrecha que conducía a mi casa, cuando pude divisar a lo lejos tres siluetas. La noche era nublada y apenas llegaba a distinguir bien las figuras que se dibujaban en la negrura. Poco a poco fuí aproximándome hasta que pude llegar a ver, con la neblina desvaneciéndose, el rostro de esas personas.
Era terrorífico. Una de ellas era un hombre de mi edad, pero aparentaba tener 50 años. Su dentadura estaba mellada, amarilla como el orín; sus labios eran deformes y tenían marcas y cicatrices, mientras que sus ojos fríos se dirigieron a mí con una muesca de desafío.
Aparté la mirada y seguí caminando, pero dos de ellos se abalanzaron sobre mí inmovilizándome. No podía hacer nada, estaba atrapado. Volví a cruzar la mirada con ese horripilante ser, y verlo de cerca fue peor aún. Su desagradable sonrisa volvió a dibujarse en su rostro una vez más y me dijo lo que más temía. Me lo dijo. Me preguntó:
¿Dónde está el anillo?
En ese momento el pánico me invadió. Ví a mi compañero Frodo salir corriendo y los orcos que me tenían preso me liberaron para capturarle. Sabían que él tenía el anillo. Arremetí con mi espada a uno de ellos antes de que saliese corriendo y emprendí una veloz carrera para acabar con los otros 2.
Pero ya era demasiado tarde. Agarraron a Frodo y nada pude hacer salvo observar como se comían sus intestinos. Yo tenía hambre, asique no pude evitar picar un poco también mientras me descargaba el último single de Jamiroquai con mi conexión de total acceso. Fijense que hasta en Mordor tenía señal.
Para acabar la historia, ví como uno de los orcos le pedía matrimonio al otro con el anillo. Eran orcos maricones. Después de aquel suceso, Gandalf no me ha vuelto a hablar y hay unos tios con capucha y que deben fumar mucho por la voz que tienen que van paseándose por ahí preguntando por un pestillo o un martillo o yo que cojones se.
Pero como soy muy viejo puede que no lo oiga bien, esta historia ocurrió hace mucho tiempo.
Es completamente real.
Y eso de regalo.