Encontré esto en Internet:
"VENID A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS CANSADOS Y AGOBIADOS Y YO OS ALIVIARÉ" (Mt 11, 2
, escuchamos de labios del mismo Jesús. Pero estas palabras no son ninguna novedad en el Evangelio, ya que podemos encontrar montones de referencias en el AT, donde los profetas e incluso la sabiduría de Israel nos invitan a esta misma acción: a volver hacia Dios. La única novedad que encontramos en estas palabras de Jesús es que va más allá que los profetas, puesto que este descanso que nos promete, lo hace en referencia a sí mismo, con lo cual nos revela su verdadera identidad: él es Dios.
Hoy más que nunca tienen plena actualidad estas palabras de Jesús. Los hombres, a lo largo de la historia se han cansado y han experimentado el agobio, pero quizá, nosotros hoy, lo experimentamos con unas características propias de nuestro tiempo.
Nos encontramos prácticamente a mitad de julio, tiempo por excelencia de vacaciones. Esto, nos suena inmediatamente a descanso, a romper el ritmo habitual , etc. De hecho muchos de nosotros podemos encontrarnos ya entrando en ese ritmo de descanso estival. Pero, ¿cómo buscamos descansar? ¿Dónde ponemos el acento?
Hay gente con problemas para conciliar el sueño, debido fundamentalmente a una intensa actividad cerebral. Hay otros que, aún cuando duermen, sin embargo, se levantan con la sensación de cansancio. ¿Qué significa esto? Que aún cuando tu cuerpo ha entrado en el descanso, sin embargo tu cerebro no, con lo cual no hay verdadero descanso.
No es mi pretensión dar una lección de medicina o psicología porque, evidentemente, no soy experto en la materia. Simplemente pretendo apoyarme en este ejemplo para intentar comprender nuestra realidad.
En este tiempo de verano, resulta que, dedicamos demasiado tiempo a relajar el cuerpo, esto es, baño en la playa, paseo relajado, alguna que otra cervecita con su correspondiente aperitivo...; olvidándonos casi por completo de buscarle el descanso al alma, produciéndose entonces en nosotros esa misma sensación de cansancio que experimentamos algunas mañanas al levantarnos.
Sabemos, pues, como descansa el cuerpo, pero ¿y el alma, cómo lo hace? El amor del Señor es el verdadero descanso del alma. Escuchemos a san Juan de la Cruz cómo nos lo dice: "El que ama, ni cansa, ni se cansa". Ahí tenemos la invitación de Jesús a ir a él.