A mi me aterra la idea de que por mi actuación en público quedase en ridículo y en situación de mofa, y que eso deje una impronta imperecedera en la memoria de los otros que marque para siempre la manera en que seré tratado y recordado; que los demás crean de que soy tonto o no tan inteligente como pensaban en un principio; que me hallen mediocre, gris y corriente; que me encuentren desagradable, hediondo, indeseable, amoral y libertino. Me desagrada pensar que los demás me vean débil e inseguro y que por ello abusen de mi. Acongoja atrozmente la idea de que mi manera de hablar sea peculiar, desagradable, que mis palabras estén mal pronunciadas o que no cuente con un buen vocabulario oral y los otros me consideren ignorante o poco ilustrado. También me atemoriza ciertas situaciones sociales, tales como seguir instrucciones verbales, pasar recados de parte de alguien o hacer de informante o narrador de algún suceso
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Otra de las situaciones que me generan mucho estrés, y que por ello la evite lo más que me sea posible, es hacer cálculos matemáticos. No se por qué, pero cada vez que me piden hacer una simple cuenta me bloqueo fatalmente, me invade una abrumadora laguna mental imposible de franquear y esto me produce mucha ansiedad. Igual me sucede cuando debo dar o recibir vueltos después de haber hecho una compra. No se a que se debe tal torpeza con los números; nunca fui un mal alumno en matemáticas ni encuentro en mi historial de vida nada que justifique tal inferioridad con el resto de las demás personas en lo que respecta a hacer sumas o multiplicaciones.
En resumen. Lo que más me preocupa y acoquina no es solo a quedar mal parado delante de propios y extraños; en realidad, es a no estar a la altura de las expectativas, tanto de los demás como propias. Me han puesto -y me he puesto también, por qué no decirlo- el listón muy alto y ahora temo no poder alcanzarlo. Mi miedo no es a la gente, pese a que la denominación del termino fobia social lleve erróneamente a creer en eso, sino a defraudar.