Pues yo personalmente, de momento no sé lo que es. Por no saber ni siquiera es un hecho para mí, aún huyo, sí, aún huyo... Y he pasado por ambas fases, la de considerarlo un don, y la de considerarlo una maldición. Pienso que mientras lo que sea ello siga provocando esfuerzo de algún tipo, hay algo que no está en su sitio me temo.
Yo no padezco fobia social en un sentido estricto de miedo intenso a relacionarme a raiz de un suceso traumático concreto. Desde que guardo recuerdo siempre he sido extremadamente tímido, y para bien o para mal me he desarrollado de un modo un tanto peculiar. Pero de ahí a valorar como bueno o malo lo que me ha pasado, mientras aún lo estoy sobrellevando, hay un trecho.
Ahora bien, sí puedo más o menos expresar lo que para mí siento; no lo que es o deja de ser ser como soy, sino cómo me siento. La presión social puede mucho, y es cierto que al contemplar la vida y el devenir de la mayoría de los que me rodean siento cierta punzada ansiosa de vacío y envidia; y que por mucho que yo contraponga lo que me ha aportado la soledad y ese vacío en forma de conocimientos, de ciertas experiencias, que ninguno de los demás ha adquirido, pues es de todos modos el contraponerse uno contra todos, e inmerso y condicionado como estoy por este entorno, gana por goleada el vivir de los demás como lo que ha de ser correcto y normal, y no puedo evitar sentirme - y conforme uno se va haciendo mayor aún más intensamente - un bicho raro, deforme y erróneo.
Sin embargo, persevero, sé que erróneamente, qué remedio, en querer mirar por encima -o tal vez por debajo- de todo esto, y captar lo que subyace. Si algo me ha aportado este temor al prójimo es una tendencia a resolver mis dudas por mí mismo. Cierto que esto limita mucho sobretodo si uno por ese mismo temor al final se detiene en ciertos aspectos clave, pero soy de aquellos que hasta que no comprenden algo no se acaba de encontrar satisfecho. Por lo tanto a mis 31 años todavía dudo, no comprendo muchas cosas y me preocupa estar equivocado; cambio de creencias consideradas como verdad cada dos por tres, pese a que siempre se mantenga esa necesidad de seguridad y certeza. Cansa el sentir la necesidad de sentirse seguro, pero no puedo evitar pensar con cierta soberbia que no he llegado todavía a darme por vencido y conformarme con unas creencias que la mayoría a mi edad acepta como verdades cuando ya se ha cansado de este esfuerzo sin aparente sentido.
Un saludo.
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