Me hace llorar cada vez que lo veo. Pocas cosas me conmueven de esta forma.
La ternura de la infancia expresada en el afecto a, en este caso, el osito de peluche, me llega muy profundo. No cabe duda de que es porque me recuerda a mí mismo cuando era niño.
No es casualidad que la parte del juego "To the Moon" que me quebró fue cuando se revela el origen del ornitorrinco de peluche, mientras que el final no llegó a provocarme algo semejante.