No cruzo por debajo de las escaleras
por temor a que todos los gatos sean negros
cuando salga a la calle;
toco madera para que mis huesos no mueran
y quede relegada a mi sombra
el poco de niebla que tengan;
me miro en el espejo la caspa
y la risa de hiena enclaustrada
que dora mi imagen la limpia;
maldigo las leyes y el veneno en la copa
que los amantes devuelven dormidos;
me falta más de una pieza,
no sé muy bien cuál pero parece la más importante;
he matado al psiquiatra que me asiste
cada mañana pero el mamón no se calla:
idiota, cómete las pastillas;
le tengo terror al piano
y a la cola que dicen que tiene
por él el sonido,
pero ya nada de esto me importa,
al fin y al cabo mañana saldrá el sol
por el mismo sitio
y por el mismo sitio del cuerpo
mi picarán otra vez las ladillas.
Y es que me ha dicho un amigo muy bueno
que eso de mal de muchos locos
consuelo de más locos todavía.