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2 años de rabia como decía. De descarado, con un toque misántropo algo acentuado, con el único tropiezo reiterado de arrastrarme ante esa chica, piedra que convertí en la única, es decir, único campo en el que no era capaz de entrar aun ese nuevo temperamento.
La situación de esa chica, zorra bastarda, no por lo que me dolió, si no por su comportamiento, duró como un año y medio y nos acercamos al verano de 2010. Ese es el mejor verano que recuerdo, un verano etílico de calle, parque y garito. Raro es el día que no me tiraba más tiempo en la calle que en mi casa, a veces con los colegas, generalmente con uno de ellos. Nos hicimos un dueto de fiesta, todos los días en el parque a base de calimochos, sangrías y cerves, para terminar en el mismo bar siempre, siempre con poca gente y si era solos, mejor que mejor. Era curioso, pero las tías de verdad nos importaban una mierda, en nuestra lógica de ese momento teníamos todo lo que queríamos.
Hasta que apareció, la que llamaremos Elisa. Una chica que siempre me había llamado la atención, ya que era del pueblo donde yo estudiaba y salía, coincidiendo en la biblioteca para preparar los exámenes de septiembre. Una cosa llevó a la otra y mira, el que no quería mujeres terminó con novia. Yo nunca había tenido novia, cosa que en su día me trastocó bastante por la cutre-presión que se tiene a ciertas edades de no tenerla mientras que la mayoría de tus amigos sí. Casualmente todos mis amigos se quedaron sin novia a la par que yo me la echaba. Yo, en mi felicidad, encontré que mis amigos no me apoyaban en mi relación, aunque tampoco se oponían claro. Y todo eso después de hacer malabarismos para no poner la relación por encima de las amistades y viceversa. Mal empezamos.
Respecto a Elisa, una persona adorable. Fue la primera chica con la que tuve algo con la que no tenía cierta confianza antes. Todo empezó perfecto, a conocernos y demás. Eso que veía una virtud fue un fallo descomunal, dos personalidades que no pegaban de ninguna manera. Y yo, en mi felicidad inicial, no me importó ceder en un principio y más adelante ya me fue imposible. Sin saber la razón, empecé a perder la confianza con ella, total y absolutamente. Tenía que ocultar lo que hacia, lo que fuese, aunque no tuviese una razón para hacerlo. Y la relación empezó a ser de inercia. Tampoco estaría mal si fuese solo inercia, simplemente no la soportaba, tenía muy mal carácter y yo odio discutir. Empecé a amargarme, mucho. Y aquí cometí un error gigante, enorme, descomunal: me lié con la ex de mi mejor amigo.
Liarse ya de por sí me parece mucho: yo deprimido, ella más, encontrarnos una noche los dos borrachos perdidos y darnos 4 besos y después a llorar. Toma ya. No justifica lo que hice, pero tampoco es una cruz que deba llevar. Las consecuencias fueron lo importante. Ahora sí que perdí la confianza del todo con Elisa, de lo mal que me sentía y del miedo que tenía a que se enterase, con una ansiedad constante. De hecho la dejé a los dos días aunque volvimos, no fui suficientemente valiente para decir que me lié con otra ni para dejarlo del todo. Por la parte que toca de que fuese ex de mi mejor amigo, perdí también toda la confianza en mis amigos. Me veía como un traidor. Era su ex, vale, pero yo sabia que a él le importaba, y eso es lo importante.
Y aquí comienza todo. Ansiedad constante, hastío, mezclado con un sentimiento nihilista perpetuo. Una bomba. Solo tenía un amigo en el que confiar, y creo que su ayuda no fue si no peor, su forma de ver las cosas mezclado con mi personalidad solo puede llevar a la autodestrucción. Y así comenzó lo que ya antes empecé poco a poco: beber, beber y beber. No beber para pasármelo bien, al menos no solo, beber hasta ponerme ciego y luego ya si eso pasármelo bien. Obviamente pocas veces me lo pasaba bien. Hacía mucho el tonto, con el coche entre otras cosas. Me daba igual todo, muchas veces solo, muchas veces escondido. El último mes de toda esa lógica de mierda, en junio/julio ya fue demasiado. La última semana de 7 días me puse ciego como 5, y el resto porque mi cuerpo rechazaba el alcohol. Ahí ya había dado el paso y había dejado a Elisa. Era lo más justo, lo intenté hacer lo mejor posible para que no lo pasase mal, pero nunca le dije lo de la otra chica. No tuve cojones.
Y llegó la caída. Todas esas noches de borracheras autodestructivas, solo, con música deprimente y con ideas peores encontraron la puntilla en una cosa muy tonta: el desazón que me hacía sentir que la gente empezase a verme como un borracho perdido, que hacía demasiado el tonto. Cosas que pueden importarme más o menos, pero en ese momento me superó. Y caí, caí a lo bestia, si era posible caer más. Conté todo a mis padres, lo **** que era la vida, lo poco que esperaba de ella, como lo solucionaba y como, simplemente, no sabía o podía salir yo solo de todo ese bucle de mierda. Y así empecé a ir al psicólogo, después de tirarme un mes en Francia con unos primos alejado de mi vida, objetivándome.
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