Me voy a correr. Pero si es posible por caminos de montaña, oscuros, con el frontal en la cabeza donde puedo sentir cada ruido, notando mi sudor, siendo yo mismo en la oscuridad. Con mis pensamientos.
Correr por la noche, por el monte o por un bosque es una sensación tan intensa que vuelves a casa como si hubieras tomado una droga natural, con hambre, cansado y con sueño.
Al día siguiente, estás como Dios.
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