Al margen de las valoraciones que todos hacemos respecto de nuestros psicoterapeutas, o las instituciones que sostienen con fondos públicos los mecanismos para tratar la enfermedad, voy a trazar una nueva via de debate que me gustaría opinárais al respecto.
Se trata de lo que aprendemos durante nuestras crisis, cómo las paliamos y cómo reaccionamos una vez se vuelven a repetir.
En mi caso personal, creo que -y sin pecar de exagerado- tanto a nivel teórico como práctico he aprendido mucho de mí mismo. La fobia social es una enfermedad que, en mi opinion, aparte de mermar nuestras capacidades y habilidades sociales, por otra parte también potencia la necesidad de
aprendernos a nosotros mismos. Es una cuestión de superviviencia que consiste en detectar, para prevenir, cualquier detonante que pueda disparar una crisis de pánico. Me refiero a las sensaciones fisiológicas de nuestro organismo: La mínima perturbación en la respiración, cualquier anomalía en la visión,las sensaciones que se producen en un cambio de presión arterial, etc. Sumando todo esto a nuestros pensamientos catastróficos, se alimenta un miedo a experimentar el pánico que nos empuja a saber detectarlo, reconocerlo y ¿por qué no? También evitarlo.
Todo esto nos lleva a encerrarnos en nuestro mundo particular de sensaciones y pensamientos personales, que nos alejan de la realidad que nos rodea: acabamos malinterpretando la mayoría de las situaciones.
Antes dije que la fobia social es una enfermedad que nos otorga la capacidad de
autodiagnosticarnos cualquier posible peligro, dando lugar a una agudizada interpretación interna de nosotros mismos. Pero es, también, una manera de potenciar los disparadores de la fobia social, ya que acabamos malinterpretando cualquier cambio mínimo -situacional o fisiológico- como un síntoma de que algo malo está apunto de suceder. Es un arma de doble filo. Es un detonante derivado de la FS, pero también un instrumento que bien utilizado, nos permite llegar a estados de concentración y relajación muy altos.
Por otra parte, algo que a mí me ha frustrado bastante es el estancamiento del que a veces padezco. He tenido rachas de
vivir como un auténtico recluso en una cárcel, incapáz de salir a la calle y cruzar una esquina, prisionero de mí mismo. Pero por el contrario he sabido convivir con ello y encontrar trabajo -trabajos-, relacionarme -en la medida de lo posible- con compañeros e incluso salir con ellos un fin de semana, a tomar algo o ver una película en el cine. Incluso añado como apunte interesante el hecho de haber trabajado en puestos de cara al público, o mejor dicho: de atención al público. Como vendedor o asesor en determinadas situaciones.
Pero es curioso como de la noche a la mañana toda esa experiencia, ese valor que me ha llevado a incluso tratar con personas de tú a tú en un trabajo dedicado a servir al público... se vuelve en mi contra de la noche a la mañana y me obliga a abandonarlo todo y empezar desde el principio.
De haber tenido días en los que un cliente me contaba cualquier anécdota, y yo le acompañaba en la conversación, sin temores ni miedos ni obstáculos de ningún tipo... he llegado a situaciones de no atreverme a ir a trabajar de nuevo, al finalizar el periodo de vacaciones. Es algo muy frustrante, que tira por la borda tiempo y ganas de salir adelante. Años de perpetuo condicionamiento a evitar situaciones sociales, abandonar indefinidamente unos estudios de preparación profesional, etc.
Bueno, ¿qué opináis? ¿Cómo afrontáis vosotros, personalmente, vuestras fobias y crisis derivadas de esta enfermedad?