yo un día me levanté por la mañana y mi perra no podía respirar, se asfixiaba. Enseguida me di cuenta de que el momento tan temido había llegado. Casi desde que me la dieron con dos meses sufría ansiedad pensando en el día que le llegara la "hora". Curiosamente esa mañana supe que le había llegado la "hora". Era como instintivo, y eso a pesar de que ya la habían operado varias veces de tumores.
Lo que hice fue coger a la perra y como era domingo tuve que llevarla a urgencias. La ingresaron y me dijeron que verían lo que se podía hacer. Tendría que haberles dicho que la sacrificaran directamente porque era muy mayor la perra, pero fui tonta y les permití que "probaran" de salvarla.
Propusieron hacerle una operación muy complicada para abrirle la traquea pero les dije que no, que mejor la sacrificaban. Yo estuve allí cuando le pusieron la inyección letal y sentí cómo dejaba de respirar y se apagaba. Me sorprendí a mi misma porque no lloré nada. Se me hizo un nudo en la garganta pero no lloré por vergüenza de lo que podía pensar la veterinaria.
Los muy cerdos, entre una cosa y otra, me cobraron mil euros. Una vez en casa sí lloré mucho, pero me sentí orgullosa de mí misma por la entereza que había mostrado y por la decisión con la que afronté ese momento tan temido. También me sentí satisfecha por saber que la perra ya no sufría.
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