¡¡¡Madre del amor hermoso!!! Un señor que se tira desde lo alto del puente de Brooklyn y todavía puede contarlo, ¿una segunda oportunidad celestial quizá?
En parte estoy de acuerdo con el testimonio. En el imaginario colectivo subyace la idea del suicida como una persona demente e incluso peligrosa para con quienes le rodean, y ocurre tanto en USA como en nuestra querida España (aunque en algunas culturas, como ciertos países orientales, se tiene una concepción llamémosla más "romántica" del suicidio).
Pero en la mayoría de los casos, la persona que atenta contra su vida con la verdadera intención de quitarse de en medio (y no como en muchos casos en los que el individuo "amenaza" a sus familiares con dejarse las venas cortas para ganarse su atención) obedece a un perfil muy concreto de sujetos normalmente adictos a alguna sustancia y con depresión severa.
Pero yo creo que el problema de fondo de estos supervivientes es más bien de tipo estructural en cuanto a atención socio-sanitaria por parte estatal.
El quid de la cuestión deviene cuando se los trata como a personas con trastornos psicológicos comunes, sin más.
Evidentemente, el suicida frustrado debe ser atendido con un programa muy específico en el que no sólo se reciba asistencia médica-psiquiátrica-farmacológica, sino también desde el punto de vista de su seguimiento, reinserción y apoyo social.
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