Soy abstemio por voluntad propia así que no puedo relatar experiencias propias, no al menos en primera persona. Lo que si puedo es contar una "divertida" anécdota cuyo protagonista soy yo, como actor secundario mi padre y como actores de reparto mi familia, ah casi se me olvida y el alcohol como elemento desencadenante.
Quizá este suceso fue el que provocó mi repulsa hacia toda sustancia desinhibidora, no lo niego. Todo comenzó una nochebuena típica de familia, ya sabéis con hipocresia por doquier y todo lo que rodea a ese ambiente de falsa felicidad. Según avanzaba la noche el ambiente fue degenerando hasta límites insoportables, el alcohol empezaba a actuar. Maldita fue la hora cuando sin venir a cuento acabé siendo el tema de conversación, por cierto, odio que hablen de mí como si yo no estuviera presente. Tras unos comentarios más o menos hirientes llegó el momento de mi padre, jamás olvidaré la retahíla de comentarios mortificadores hacia mi persona, jamás me sentí tan ninguneado y menospreciado. Es doloroso, bochornoso y humillante que tu propio padre aprovechase la ocasión no sólo para machacarte sin piedad ante el resto de la familia (cosa que no me importa mucho) sino valerse de la embriaguez para decirme lo que verdaderamente pensaba de mí.
Desde aquel día nada fue igual entre mi padre y yo, creo que fue el día en que dejé de tener esperanzas de ser respetado por mi forma de ser. Supongo que podréis deducir lo que pienso del alcohol, para lo único que sirve es para darle coraje al cobarde, un aliento al infeliz, en definitiva para engañar al iluso. Prefiero vivir desesperanzado antes que con falsas esperanzas, prefiero ser yo que llegar a ser otro más.
(Ya comprenderéis eso último...)
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