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Antiguo 07-may-2009  
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Hola anónimo angustiado, soy el anónimo al que aludes.

Primero de todo, quiero animarte un poco. A ver, puedo estar equivocado, no soy psicólogo, pero las pistas que me llevaron a deducir que sufres de ese mal tan parecido al mío (lo de herida narcisista me lo he inventado, ¿pero verdad que es una expresión muy descriptiva?) es que escribes muy bien, sabes ordenar tus ideas perfectamente y tienes una capacidad de redacción fuera de lo común y, sobretodo, muy exhaustiva, además de que por todos los datos, conceptos e información que has usado, demuestras también ser una persona culta y que procura documentarse bien de todo. Esto por aquel entonces me hizo pensar que eras una persona con una inteligencia superior a la media y/o bastante perfeccionista. Una persona que demuestra esas cualidades, pero que a su vez se encuentra en un situación vital casi infantil no es algo normal. Algo falla. Yo lo ejemplifico así (ahora pecaré de pedante): Uno ve una redacción, un ejercicio o lo que sea de cualquier otro y piensa: pero haciéndolo tan mal, ¿cómo diantres puede este sujeto desenvolverse tan bien en la vida, tener un buen trabajo, una novia que le ama y todos los etcéteras que a uno se le ocurran? Y a esto se enfrenta el hecho de que en el fondo tú sabes que vales, con el de poseer un temor inafrontable: el de conocer tus límites. Prefieres tener ensoñaciones antes de afrontar la cruda realidad. Porque, ¿y si decides ponerte a prueba realmente, al 100%, y resulta que tus logros no son tan satisfactorios como esperabas o, peor aun, incluso por debajo de gente a la que considerabas mediocre? Este tipo de pruebas además llegan sí o sí almenos una vez en la vida; por ejemplo cuando uno se enamora (y digo enamorarse de verdad) o cuando encuentra su vocación. Y la herida llega cuando su vocación o su amor le rechazan.

Seguramente tú en la escuela serías un mal estudiante (que sacaba unas notas decentes pero mal estudiante al fin y al cabo: procrastinador, caótico y autocomplaciente). También serías una persona tímida (si no, la herida narcisista no tendría tanta fuerza). Lo que pasa que en los años de escuela, uno puede "más o menos" ir tirando sin que se note demasiado, puesto que, ¿quién se va a preocupar de si estudias o no si tus notas no son malas? o, ¿qué hay de malo en que un niño sea tímido, ya que sus padres le proporcionan toda la protección en caso de algún problema? Sin embargo, uno deja la niñez y la adolescencia y la vida te pide sí o sí que te enfrentes al mundo tú solito y ahí es cuando se descubre realmente que no tenemos ninguna estrategia sobre cómo enfrentarnos a ella. Una carrera, un trabajo, una pareja (y más adelante unos hijos incluso), requieren de trabajo constante, ordenado y responsable, y la palabra clave aquí es constante.

Pero te voy a decir algo que, si de verdad te pasa lo que a mí, te hará reir. Seguro, seguro que te desempeñas mejor en aquello que no te pone a prueba que en lo que te pone a prueba. Imagina que consigues el trabajo de tus sueños, o que estudias la carrera que siempre has querido. Vas a tener que demostrar lo que vales. Eso te va a crear ansiedad porque debido a tu perfeccionismo, vas a querer ser el mejor, al fin y al cabo es tu vocación. Sin embargo el fantasma de no dar la talla se te aparece. ¿Qué si pones todo TODO tu esfuerzo en tal materia de la facultad o en tal labor de tu curro de tus sueños, y sólo sacas un mísero 8 o tu trabajo del que te sientes orgulloso pasa sin pena ni gloria? Yo no lo soportaría (de hecho, no lo soporto). Por lo tanto, decides no rendir, ni siquiera empezar. Sin embargo, te obligan a hacer un trabajo del que sabes que no eres tan bueno y seguro que, debido al hecho de hacerlo sin ningun tipo de presión interna (puesto que, ¿qué me importa si lo hago mal o no si es una cosa que me importa una mierda y que sé que no soy bueno en ello?), lo haces mejor de lo que sospechaste en un principio. Es el mundo al revés. Pero sigamos con lo anterior; lo de ponerte a prueba. En los años de escuela, decía, aun siendo tímido o inseguro, todavía no te habían daño en serio, te creías capaz de, aun teniendo algún problema de autoestima solventarlo como las ido haciendo hasta ahora. Y finalmente llegas al trabajo o a la facultad (o donde fuera) dispuesto a poner de tu parte. De repente, según pasa el tiempo, te das cuenta de que, ¡hostia! esto no era tan fácil. Empiezas a descolgarte, a perder el ritmo. Todo el castillo de hipótetica solvencia que habías construido se desmorona: coño si no valgo para esto que es lo que me gusta, ¿para qué puedo valer? Ya estás herido, una herida tan profunda que te impide volverte a poner de pie y a encarar el problema. Tu autoestima, la poca que tenías, se va directamente al infierno; y con una autoestima tan baja, uno empieza no sólo a pensar que para lo que le gusta no vale, sino para todo lo demás, le guste o no.

Ahora te hablaré un poco más de mí (si no lo he hecho ya jejeje).Yo tuve la herida por partida doble. Fue fracaso afectivo con fracaso académico, y las dos cosas casi al mismo tiempo. Yo no necesitaba estudiar para tener unas notas decentes; era un vago con suerte. Veía a los demás y veía que les costaba, o que a mi me tachaban de listo, inteligente, etcétera. También era una persona ingeniosa y con buen sentido del humor, pero con una timidez espantosa. Jamás me he atrevido a relacionarme con ninguna mujer, y exponerme a desconocidos me desconcierta. Sin embargo, a los 19 años (el año anterior estuve haciendo módulos), conseguí entrar en la carrera que me gustaba a la par que conocí a una chica; bueno, más bien fue ella la que se me presentó a mí, y con gran sorpresa, fue también ella la que me pidió "conocernos más". Conforme avanzaba mi primer semestre en la facultad, empecé a notar que el mundo de los estudios era muy diferente; a la par de dejarte más libertad (al fin y al cabo los que entran en ella son adultos), el aprobar requería un esfuerzo considerablemente mayor. Yo no estaba en absoluto acostumbrado a ello. Al principio de todo veía a mis compañeros igual de perdidos que yo, pero conforme avanzábamos yo veia que me descolgaba y mis compañeros (no todos, hay que decirlo) no. Lo que antes en el colegio sucedía de una forma, ahora sucedía al revés. La situación llegó a hacerse tan insostenible que de 6 examenes en todo el año sólo me presenté a dos y aprobé uno. Fue horroroso. Me quería morir. La carrera que me gustaba y no era capaz de rendir, de estudiar como mis compañeros, de hacer algo; y encima, veía a mis amigos de colegio que tanto parecía costarles en el pasado en la escuela, que ahora iban sacandose, en sus respectivas carreras, las asignaturas más o menos bien. Paralelamente, y en ese mismo semestre, mi relación con aquella chica, se fue enfriando, bueno más bien fue ella la que se fue enfriando, porque yo me iba enamorando cada vez más y más, pero por lo que resultó, ella no, pues sin esperármelo ella fue distanciándose hasta que me dejó. Yo, aun siendo una persona tímida, siempre me he considerado una persona culta, con temas de conversación y con, repito, buen sentido del humor. No me esperaba que ella se fuera a cansar tan pronto de mí, y menos justo cuando yo la iba queriendo más y más. Así que cuando rompió conmigo, se me desmoronó todo. Al fracaso en la universidad, se me añadió el fracaso en el amor. A partir de entonces, me he sentido una mierda que no vale para nada. Todo lo que supone ponerme a prueba lo evito, me crea una ansiedad horrible, lo único que veo es fracaso, fracaso y fracaso. No me veo capaz ni de acabar unos estudios ni de mantener una relación ni de nada. En cambio, todo lo que es hacer algo que no conlleve exámenes, el conocer mis límites, el evaluarme o el ponerme a prueba; todo aquello que no suponga un esfuerzo continuado por el que se me va a medir, lo hago, y bastante bien (leo muchísimo, me informo muchísimo y tiendo a la práctica autodidáctica -pero sin esforzarme demasiado, si veo que me esfuerzo en tal práctica en seguida me digo "para, para, te estás poniendo a prueba frente a tí mismo y vas a descubrir que eres un mierda también incluso en esto"-). No sólo es inmovilización o acomodamiento, es también acojone, acojone a no satisfacer nuestros estándares. Me he vuelto tan implacable conmigo mismo que no inicio nada; ya no es que fulanito o menganito me diga que no valgo, sino que es el hecho de descubrir por mí mismo que tienen razón.

Y todo ello en suma, me ha llevado a esta situación de fobia social y evitación casi insostenible. Sigo en la Universidad pero haciéndome trampas. Voy a un ritmo en el que no tenga que esforzarme para no ponerme a prueba y conocer mis límites. Si he estudiado desde el principio, por ejemplo, pues conforme llega el momento del examen dejo de estudiar (jajaja ¡precisamente al revés que una persona normal!), así cuando llega el examen, pues si suspendo sé que es por no estudiar (y mi ego queda incólume), y si apruebo pues algo que me llevo. Pero esto no puede ser así. Y lo peor de todo es verme acabando la carrera y luego ¿qué? No me veo lo suficientemente responsable como para llevar un trabajo. Cuanto más me exigen o me exijo, menos rindo. Y lo mismo con las relaciones personales. Exactamente lo que me sucede en lo laboral o académico, me sucede en lo relacional. Una relación, al fin y al cabo, también es ponerse a prueba, llevar una labor constante, y por lo mismo se me hace imposible.

Esto es una mierda.
 
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Hola anónimo angustiado, soy el anónimo al que aludes.

Primero de todo, quiero animarte un poco. A ver, puedo estar equivocado, no soy psicólogo, pero las pistas que me llevaron a deducir que sufres de ese mal tan parecido al mío (lo de herida narcisista me lo he inventado, ¿pero verdad que es una expresión muy descriptiva?) es que escribes muy bien, sabes ordenar tus ideas perfectamente y tienes una capacidad de redacción fuera de lo común y, sobretodo, muy exhaustiva, además de que por todos los datos, conceptos e información que has usado, demuestras también ser una persona culta y que procura documentarse bien de todo. Y esto, ya por aquel entonces me hizo pensar que eras una persona con una inteligencia superior a la media y/o bastante perfeccionista. Una persona que demuestra esas cualidades, pero que a su vez se encuentra en esta situación vital casi infantil no es algo normal. Algo falla. Yo lo ejemplifico así (ahora pecaré de pedante): Uno ve una redacción, un ejercicio o lo que sea de cualquier otro y piensa: pero haciéndolo tan mal, ¿cómo diantres puede este sujeto desenvolverse tan bien en la vida, tener un buen trabajo, una novia que le ama y todos los etcéteras que a uno se le ocurran? Y a esto se enfrenta el hecho de que en el fondo tú sabes que vales, y el hecho de poseer un temor inafrontable: el de conocer tus límites.
Prefieres tener ensoñaciones antes que afrontar la cruda realidad. Porque, ¿y si decides ponerte a prueba realmente, al 100%, y resulta que tus logros no son tan satisfactorios como esperabas o, peor aun, incluso por debajo de gente a la que considerabas mediocre? Este tipo de pruebas además llegan sí o sí almenos una vez en la vida; por ejemplo cuando uno se enamora (y digo enamorarse de verdad) o cuando encuentra su vocación. Y la herida llega cuando su vocación o su amor le rechazan.

Seguramente tú en la escuela serías un mal estudiante (que sacaba unas notas decentes pero mal estudiante al fin y al cabo: procrastinador, caótico y autocomplaciente). También serías una persona tímida (si no, la herida narcisista no tendría tanta fuerza). Lo que pasa es que en los años de escuela uno puede "más o menos" ir tirando sin que se note demasiado, puesto que, ¿quién se va a preocupar de si estudias o no si tus notas no son malas? o, ¿qué hay de malo en que un niño sea tímido, ya que sus padres le proporcionan toda la protección en caso de algún problema? Sin embargo, uno deja la niñez y la adolescencia y la vida te pide sí o sí que te enfrentes al mundo tú solito y ahí es cuando se descubre realmente que no tenemos ninguna estrategia sobre cómo enfrentarnos a ella. Una carrera, un trabajo, una pareja (y más adelante unos hijos incluso), requieren de trabajo constante, ordenado y responsable, y la palabra clave aquí es constante.

Pero te voy a decir algo que, si de verdad te pasa lo que a mí, te hará reir. Seguro, seguro que te desempeñas mejor en aquello que no te pone a prueba que en lo que te pone a prueba. Imagina que consigues el trabajo de tus sueños, o que estudias la carrera que siempre has querido. Vas a tener que demostrar lo que vales. Eso te va a crear ansiedad porque debido a tu perfeccionismo, vas a querer ser el mejor, al fin y al cabo es tu vocación. Sin embargo el fantasma de no dar la talla se te aparece. ¿Qué si pones todo TODO tu esfuerzo en tal materia de la facultad o en tal labor de tu curro de tus sueños, y sólo sacas un mísero 8 o tu trabajo del que te sientes orgulloso pasa sin pena ni gloria? Yo no lo soportaría (de hecho, no lo soporto). Por lo tanto, decides no rendir, ni siquiera empezar. Sin embargo, te obligan a hacer un trabajo del que sabes que no eres tan bueno y seguro que, debido al hecho de hacerlo sin ningun tipo de presión interna (puesto que, ¿qué me importa si lo hago mal o no si es una cosa que me importa una mierda y que sé que no soy bueno en ello?), lo haces mejor de lo que sospechaste en un principio. Es el mundo al revés. Pero sigamos con lo anterior; lo de ponerte a prueba. En los años de escuela, decía, aun siendo tímido o inseguro, todavía no te habían daño en serio, te creías capaz de, aun teniendo algún problema de autoestima solventarlo como has ido haciendo hasta ahora. Y finalmente llegas al trabajo o a la facultad (o donde fuera) dispuesto a poner de tu parte. De repente, según pasa el tiempo, te das cuenta de que, ¡hostia! esto no era tan fácil. Empiezas a descolgarte, a perder el ritmo. Todo el castillo de hipótetica solvencia que habías construido se desmorona: coño si no valgo para esto que es lo que me gusta, ¿para qué puedo valer? Ya estás herido, una herida tan profunda que te impide volverte a poner de pie y a encarar el problema. Tu autoestima, la poca que tenías, se va directamente al infierno; y con una autoestima tan baja, uno empieza no sólo a pensar que para lo que le gusta no vale, sino para todo lo demás, le guste o no.

Ahora te hablaré un poco más de mí (si no lo he hecho ya jejeje).Yo tuve la herida por partida doble. Fue fracaso afectivo con fracaso académico, y las dos cosas casi al mismo tiempo. Yo no necesitaba estudiar para tener unas notas decentes; era un vago con suerte. Veía a los demás y veía que les costaba, o que a mi me tachaban de listo, inteligente, etcétera. También era una persona ingeniosa y con buen sentido del humor, pero con una timidez espantosa. Jamás me he atrevido a relacionarme con ninguna mujer, y exponerme a desconocidos me desconcierta. Sin embargo, a los 19 años (el año anterior estuve haciendo módulos), conseguí entrar en la carrera que me gustaba a la par que conocí a una chica; bueno, más bien fue ella la que se me presentó a mí, y con gran sorpresa, fue también ella la que me pidió "conocernos más". Conforme avanzaba mi primer semestre en la facultad, empecé a notar que el mundo de los estudios superiores era muy diferente; a la par de dejarte más libertad (al fin y al cabo los que entran en ella son adultos), el aprobar requería un esfuerzo considerablemente mayor. Yo no estaba en absoluto acostumbrado a ello. Al principio de todo veía a mis compañeros igual de perdidos que yo, pero conforme avanzábamos yo veia que me descolgaba y mis compañeros (no todos, hay que decirlo) no. Lo que antes en el colegio sucedía de una forma, ahora sucedía al revés. La situación llegó a hacerse tan insostenible que de 6 examenes en todo el año sólo me presenté a dos y aprobé uno. Fue horroroso. Me quería morir. La carrera que me gustaba y no era capaz de rendir, de estudiar como mis compañeros, de hacer algo; y encima, veía a mis amigos de colegio que tanto parecía costarles en el pasado en la escuela, que ahora iban sacandose, en sus respectivas carreras, las asignaturas más o menos bien. Paralelamente, y en ese mismo semestre, mi relación con aquella chica, se fue enfriando, bueno más bien fue ella la que se fue enfriando, porque yo me iba enamorando cada vez más y más, pero por lo que resultó, ella no, pues sin esperármelo ella fue distanciándose hasta que me dejó. Yo, aun siendo una persona tímida, siempre me he considerado una persona culta, con temas de conversación y con, repito, buen sentido del humor. No me esperaba que ella se fuera a cansar tan pronto de mí, y menos justo cuando yo la iba queriendo más y más. Así que cuando rompió conmigo, se me desmoronó todo. Todo lo que me servía para con los demás, el sentido del humor, la expresividad, etcétera, lo he perdido completamente, ya no es que no ría como antes, es que directamente no se me ocurre de qué hablar. Al fracaso en la universidad, se me añadió el fracaso en el amor. A partir de entonces, me he sentido una mierda que no vale para nada. Todo lo que supone ponerme a prueba lo evito, me crea una ansiedad horrible, lo único que veo es fracaso, fracaso y fracaso. No me veo capaz ni de acabar unos estudios ni de mantener una relación ni de nada. En cambio, todo lo que es hacer algo que no conlleve exámenes, el conocer mis límites, el evaluarme o el ponerme a prueba; todo aquello que no suponga un esfuerzo continuado por el que se me va a medir, lo hago, y bastante bien (leo muchísimo, me informo muchísimo y tiendo a la práctica autodidáctica -pero sin esforzarme demasiado, si veo que me esfuerzo en tal práctica en seguida me digo "para, para, te estás poniendo a prueba frente a tí mismo y vas a descubrir que eres un mierda también incluso en esto"-). No sólo es inmovilización o acomodamiento, es también acojone, acojone a no satisfacer nuestros estándares. Me he vuelto tan implacable conmigo mismo que no inicio nada; ya no es que fulanito o menganito me diga que no valgo, sino que es el hecho de descubrir por mí mismo que tienen razón.

Y todo ello en suma, me ha llevado a esta situación de fobia social y evitación casi insostenible. Sigo en la Universidad pero haciéndome trampas. Voy a un ritmo en el que no tenga que esforzarme para no ponerme a prueba y conocer mis límites. Si he estudiado desde el principio, por ejemplo, pues conforme llega el momento del examen dejo de estudiar (jajaja ¡precisamente al revés que una persona normal!), así cuando llega el examen, pues si suspendo sé que es por no estudiar (y mi ego queda incólume), y si apruebo pues algo que me llevo. Pero esto no puede ser así. Y lo peor de todo es verme acabando la carrera y luego ¿qué? No me veo lo suficientemente responsable como para llevar un trabajo. Cuanto más me exigen o me exijo, menos rindo. Y lo mismo con las relaciones personales. Exactamente lo que me sucede en lo laboral o académico, me sucede en lo relacional. Una relación, al fin y al cabo, también es ponerse a prueba, llevar una labor constante, y por lo mismo se me hace imposible.

Esto es una mierda.
 
Antiguo 09-sep-2009  
No Registrado

Jeje, soy el mismo que escribió ese post. Pues no sé qué decir, sigo igual que cuando escribí esos posts. Lo grande me va grande (carrera, trabajo, relaciones de pareja, proyectos vitales), y lo pequeño (hobbies, charlar con algún amigo, etc) es lo único que tolero. Sigo teniendo pánico a las grandes pruebas de la vida, ante lo cual sólo me queda admirar a esas personas que, estando como yo, tienen las agallas de enfrentarse a los avatares de la existencia. Tengo 27 años y no encuentro la energía ni la motivación para ponerme un rumbo.

Para la gente con este tipo de problemas tan relacionados con la autoestima (fobia social, ansiedad, depresion, t.p.e., etc) la vida es demasiado cuesta arriba. No puede ser que el hecho de iniciar algo, consuma tanta energía mental y psiquica (comeduras de tarro, nervios, sensacion de burn out) como para impedir hacer nada más. Me desconcierta la gente que, teniendo una agenda apretadísima, tengan la energía suficiente para mantener el ritmo.
 
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