Ayer lloré,
pero mis mejillas estaban secas.
En cambio, era mi corazón afligido
el que gritaba ante tanto dolor
que él mismo se causó.
Mi mente se encargaba de hacerle ver que todo esto era su culpa,
que esa agonía,
esa desesperación,
el desasosiego,
y el ahogo,
él mismo se lo había causado.
Pero mi corazón no podía más.
Entonces lloré, acostada en mi cama mirando a la nada.
Con la vista definida y a la vez desenfocada
el corazón inundado en lágrimas
que no van a poder salir.
Mientras mis mejillas están secas,
mi corazón seguirá llorando.