He mentido. La última boda a la que asistí fue una en la que me contrataron para hacer de monje
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Unos novios millonarios y excéntricos querían hacer la recepción en un monasterio y pensaron que quedaría muy propio poner dos sujetos vestidos de monjes a que hicieran de azafatos. Y como yo era amigo del amigo de uno de la empresa que organizaba el festejo, me vi involucrado.
Y allí estuvimos, yo y el amigo, recibiendo a los snobs de invitados, encendiendo velas y aguantando micrófonos. Y la gente nos preguntaba si eramos monjes de verdad. Una señora un poco alegre me sacó a bailar porque le daba morbo bailar con un monje franciscano. Como no era yo, sino un personaje, no lo pasé mal, aunque me llegó a dar un poco de vergüenza, tantas horas vestido con un saco delante de personas tan elegantes. En fin, no creo que asista jamás a una boda más extraña.