Amor
“es el regocijo por la mera existencia de algo o alguien.” (ej. Padres-hijos)
El quiérete a ti mismo es el “regocijarte por el hecho, maravilloso, de que existes”. El amor se nutre del inmenso valor que tenemos por ser quienes somos, seres únicos, tú, yo y cada uno de nosotros.
Amarse a uno mismo y autoestima
En este mundo, ¿quién no es especial? Quizá así descubramos en cada uno de nosotros ese bello resplandor que nos lleve a querernos.
La autoestima es la capacidad de estimar, valorar y medir los propios recursos así como los propios límites. Hay que diferenciar la autoestima del amor por uno mismo.
El amor propio
El problema radica en que el amor propio queda en ocasiones demasiado ligado a mandatos como “lleva siempre la frente alta”, “ten un poco de dignidad”. Así parece que el quererse a uno mismo pase por una cuestión de estatus: quien queda arriba tiene amor propio y quien queda abajo, no. Esto nos lleva a la VANIDAD o a la SOBERBIA.
Debemos ser muy cuidadosos en no determinar nuestra percepción de nosotros mismos en relación con la de los otros. (comparación)
Este “propio amor” no depende de estándares sociales, no surge de una valoración positiva respecto a los demás sino de la propia naturaleza. Pero no es un mero instinto de conservación, porque no se trata de la voluntad de VIVIR, sino de la voluntad de SER.
Quienes no se aman a sí mismos pueden depender y necesitar mucho de otros, pero amarlos, no.
La relación con los otros
La fidelidad hacia nosotros mismos y el cuidado de nuestros intereses no tiene porqué ir en contra de los intereses del resto de personas.
El verdadero amor pasa por la satisfacción de que tú seas tú, y yo sea yo. Por acompañar al otro y estar allí para susurrarle al oído: quiérete a ti mismo.
Resumen hecho por de un artículo de la revista Mente Sana, Demián Bucay