No hay mucho que decir. No voy a contar mi historia, ni mi trastorno de ansiedad generalizada, ni mis síntomas, ni las limitaciones o consecuencias que me acarreó. Sólo sentía que estaba obligado a comunicar a personas que sienten lo que yo he sentido, que hay esperanzas, que la ansiedad tiene cura y que yo me he curado del todo y para siempre. Creo que tengo la obligación moral de difundir esto, porque como todos vosotros, yo también me he vuelto loco buscando una brizna de esperanza en cientos de foros, en decenas de libros, en terapias psicoanalíticas y en muchos otros ámbitos, y siempre acababa chocando con la misma pared: mi pensamiento. Quiero ser breve, porque este es mi primer y último mensaje en un foro de este tipo. Los ansiolíticos y los antidepresivos son paliativos, como un colchón que nos amortigua la caída, pero no la evitan. Las terapias son sucedáneos de pulsos terribles y agotadores contra nosotros mismos. Yo estuve ahí, probé todo eso, leí a Ricardo Ross y puse en práctica sus ejercicios -como paliativos también son geniales-, estudié y puse en práctica en metodo Linden -nada-. Sólo una cosa me ayudó. Un método gratuito, sencillo y desprestigiado por esoterismos, budismos, hinduismos y todo tipo de variantes zen: la meditación. Es la clave. Jamás hubiera dado con ella, de no haber tropezado con uno de esos programas de Punset en el que varios científicos analizaban los beneficios de la meditación frente a diferentes tipos de fobia social, estrés, ansiedad y pérdida de concentración. Si quieres curarte, todo se reduce a esto: durante veinte minutos al día siéntate en el sofá de tu casa, cierra los ojos y empieza a inspirar profundamente con el vientre para espirar muy despacio por entre los labios. Deja de pensar, deja que tus pensamientos fluyan y pasen de largo como nubes en el cielo, y simplemente trata de concentrarte en la respiración, rehuyendo pensamientos -al principio te resultará muy difícil, pero conforme sigas con la disciplina acabarás convirtiéndote en un maestro de la concentración e irás tomando como nunca las riendas de tu mente-. Sólo eso. Busca esos veinte minutos al día, respira y piensa solo en cada inspiración y en cada espiración. No es esoterismo, religión o misticismo de tipo alguno. Es ciencia. Este tipo de ejercicios, anulan la parcela cerebral encargada del estrés y la ansiedad y activan la corteza pre-frontal del cerebro, encargada del optimismo, la creatividad y la vitalidad. De verdad, yo no vendo nada: sólo créeme. Los primeros días te costará un poco, pero enseguida comprenderás que tú no eres tus pensamientos, ni los buenos ni los malos; eres consciencia, y si alcanzas a comprender que la consciencia es el conjunto de tu cerebro y no sólo la parte en la que se registran los pensamientos, verás que hay un vacío entre tus pensamientos y tu consciencia. Ese vacío, esa distancia, esa nueva perspectiva a tu favor, te la irá mostrando la meditación poco a poco. Comprenderás que los pensamientos sólo son imanes que se cruzan por tu cabeza y que tratan de atraer toda tu atención como niños ruidosos, pero que gracias a ese entrenamiento mental tan básico, has aprendido a controlarlos del todo. En unos días notarás los beneficios de la meditación, pero no será hasta los dos o tres meses en que sientas que estás curado del todo. Te lo garantizo. Y entonces, te encontrarás tan bien y con tanto autocontrol que te plantearás esto: ¿debería continuar con la meditación durante el resto de mi vida, o una vez curado debo abandonarla? Si tienes dudas, necesitas hablar con alguien de tu problema o preguntarle lo que sea a un ex ansioso, aquí me encontrarás:
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Ojalá alguien me hubiera ayudado cuando estaba tan perdido.