Yo tengo -o él me tiene a mi, más bien- un
polish small. Es achuchable, calentito, suave, silencioso y huele bien.
Lo saco a pasear con su arnés violeta ante las estupefactas miradas de los dueños de mascotas más comunes y los niños se acercan a acosarlo, pobrecito. Ahora mismo lo tengo olisqueandome el codo con su adorable y diminuto hocico. Y efectivamente me obliga a socializar aunque sea minimamente.