Los días que hay luna llena, o casi, y emana esa luz igual que un potente faro en mitad del cielo siento la necesidad de pararme a observarla esté donde esté. Me quedo ahí, mirándola fijamente como si alguna cosa tuviera que pasar de un momento a otro. Y no pasa nada, simplemente es esa luz.
Y no es sólo la luna, también es todo aquello que ilumina: las nubes, que de vez en cuando pasan por delante intentando ocultar su brillo sin éxito, los montes cubiertos por el bosque que parecen un mar de olas negras inmóviles, y las luces de las casas solitarias en el campo, igual que barcos en mitad de este océano.
Cuando vuelvo conduciendo a casa estos días por la noche se me hace muy difícil no mirar este paisaje, no puedo evitarlo, pero tengo que hacerlo muy rápido. Me gustaría parar en la cuneta, bajar del coche y subir a uno de esos montes para contemplarlo todo en calma y silencio hasta que la luz del sol apague el espectáculo. Pero hacerlo sin compañía sería un poco triste, no? Hay muchas cosas que mejoran cuando se comparten, y creo que esta es una de ellas. Algún día quizá...
Pues eso, si veis en las noticias que una chica se ha matado sola en un accidente de coche por la noche podéis pensar “a lo mejor estaba mirando la luna...”