Bueno, les dejo algo que escribí. Es un pcoo largo y no es necesario que estén de acuerdo conmigo. Recuerden que, en lo que refiere a la escritura, el TOC también juega su rol y nos hace actuar compulsivamente (hace 10 años que me diagnosticaron TOC).
Espero sepan sacar algo bueno de todo este menjunje.
Saludos y linda semana para todos!!!
Aclaración: Hay ciertas cosas exageradas pero es una mezcla entre 90% realidad y 10% recursos literarios.
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De chico alguien me enseñó a silbar pero sólo aprendí a hacerlo tragando aire y no exhalándolo; creo que ese es el modo correcto. Menos aún puedo silbar usando la mano, estirando el labio inferior con los dedos. Aprendí a guiñar el ojo izquierdo pero me es imposible guiñar el derecho, suficiente para que mi compañero de truco sepa que tengo el ancho de basto. Pero al no poder, tampoco, inclinar la boca hacia la derecha, sólo me es posible marcar el 7 de oro. De todos modos, uso la misma seña para ambas cartas: la boca, hacia la izquierda. Mi gracia es darme vuelta el párpado y hacer sonidos de miedo. No te hace ganar minas pero, cuando la presencia de uno se vuelve transparente, hasta una mueca de asco puede ser un mimo. Ahora que lo pienso, hace años que no lo hago. No porque me valga de alguna otra habilidad para recibir afecto, sino sólo olvido. Tronar los dedos... hacer sonar los huesos de las manos es utópico. Pero no me afecta: hace años supe que de ese modo se pierde líquido sinovial y las articulaciones se gastan. Va por ese lado. Me rendí rápido cuando emprendí la aventura de formar globos con los chicles. Los bazooka, decían, eran los más maleables. Yo prefería partir en cuatro los chistes de Joe y hacerle una pregunta a mi oráculo. Dejaba caer los pedazos al suelo: mayoría de chiste era un sí; mayoría de blanco, que no; dos y dos, empate técnico. Nunca me gustó ser el "delegado en el juego "el delegado". Jamás pedí patear un penal en la vereda o en la plaza. Una vez sola tuve botines; prefiero las zapatillas, incluso nuevas, para jugar al fútbol. Eso de ser "capitán del equipo" siempre me importó un carajo. Ir a boliches no fue lo mío. No envidio a quienes posan y chamullan, ganan minas y lo cuentan como si fuera una hazaña; me dan pena. Los botines son para los jugadores profesionales y las relaciones de boliches son... eso, relaciones de boliche. Inflan estadísticas que nadie lleva, son manipulables y subjetivas. La gente tiene sexo para contarlo. Es como la historia: ir a laburar al día siguiente sin detallar los pormenores de la noche de lujuria es igual a que nada hubiera ocurrido. En varias ocasiones me pregunté si, en algún sitio del Universo, o donde fuese, qué se yo, está registrado cuántas veces el hombre pronunció, por ejemplo, la palabra tenedor. O dijo la frase "tengo sueño". Esa cifra existe, no hay modo de negarlo. Esas cosas me preocupan. Y me ocupan. Pensar. Pensar que un dolor de rodilla puede ser causa de un cáncer fulminante. Que el tiempo no se detiene por más que corramos. Incluso quienes basan su trabajo en la velocidad hacen pausas. Los ciclistas y nadadores más reconocidos y ganadores anteponen el trabajo aeróbico al explosivo, ese que, por ejemplo, ejecutan los beisbolistas para robar una base. Los ciclistas y nadadores, los buenos, comienzan las carreras en los últimos lugares, regulan, y entonces sí arremeten en los metros finales. Ellos, laburantes de la velocidad y el tiempo, actúan, por momentos, paulatinamente. El famoso "vísteme despacio que estoy apurado", atribuido a Napoleón y a algunos más. Sabemos que ese cuento no ocurrió. Pero está piola. Pienso en el futuro. En un presente feliz para, en el futuro, recordar un feliz pasado. Pienso en lo que haré mañana y en qué ocurriría si dejo de hacerlo. No me obsesiona la limpieza ni la simetría de los objetos. No debo levantarme de madrugada varias veces para chequear si la puerta está realmente cerrada con llave o si dejé agua a los gatos. Mucho menos para verificar que la llave del gas esté cerrada. No creo que si dejo de hacer tal o cual cosa alguien cercano y querido va a sufrir un brutal accidente o incluso podría morir. Los psiquiatras y psicólogos explican el TOC de un modo simplista, homogéneo, generalizado, como si estuviéramos dibujados con papel de calcar y pintados de un mismo color. Los psicólogos no saben una mierda. Emparentan obsesiones con miedo a las catástrofes, confuden actos compulsivos con los llamados "rituales". Rezar x cantidad de veces el Padre Nuestro es un ritual. Lavarse la cara tres veces con cada mano antes de salir de un cementerio judío es un ritual. El autocastigo, la autocrítica y el flagelo mental por haber cometido un pecado divino es obsesión. Lavar las culpas con una confesión ante un cura es un ritual que reduce la ansiedad y la opresión mental de haber pecado. Persignarse al pasar por una Iglesia es un ritual. Las supersticiones son rituales: no pasar por debajo de una escalera y esa sarta de giladas. No hay más obsesivo-compulsivo que un religioso. Incluso creo que las prácticas religiosas fueron pautadas por gente con TOC. Pero esto es otro cantar: el TOC es una especie de religión, aunque sin dios ni santos ni vírgenes ni demonios. Algunos otros eruditos, que leyeron mucho sobre TOC, hablan de infantilismo, de arraigo a lo paternal, lo maternal. Seré inmaduro, entonces. Me chupa un huevo lo que diga la psicología. En vano, entonces, habré soportado angustias y depresiones, habré dejado de lado trivialidades y banalidades celebradas por los niños, como hacer globos con los chicles, que jamás llamaron mi atención. El infantilismo de quien padece TOC desaparece en cuanto comienzan sus síntomas. Quien es lo suficientemente maduro para bancársela seguirá su camino. Los débiles, los infantiles, los inmaduros... esos la tienen jodida. Quien acepte responder preguntas sobre su nuñez, sobre potenciales violaciones, sobreprotecciones, hechos de abandono y violencia física, para encontrar la causa de su TOC en aquel día en que se perdió en Playa Bristol y creyó que sus padres habían hecho la gran "Hansel y Gretel", que lo haga. A aquel que se banque que un tipo que apenas recuerda el nombre del paciente porque lo leyó tres minutos antes de que toque el timbre del consultorio, que ese tipo, le asevere que la causa de su sufrimiento es "temor a superar a su padre" y le meta más mierda en su cabeza, obsesiones que jamás habrían despertado incluso en cuadros severos de TOC, a ese le deseo suerte. Por mi parte, me basta con ser rehén de mi propia mente. No busco ni quiero un psicólogo. No quiero ni busco un Dios. Casi nadie sabe qué carajo es el TOC, quizás tampoco ciertas personas que lo padecen. Las obsesiones, angustias, miedos, rituales, depresiones, quedan reservadas para uno mismo. Quien quiera saber más, no busque en Internet ni pregunte a un profesional de la salud mental. Quedate en silencio un minuto y pensá cómo sería no poder disfrutar de la inmensidad del Universo o de la lluvia mojando a una vieja que corre; cómo llegarías temprano a su trabajo si, antes de salir de su casa, debiera atarse los cordones de las zapatillas reiteradas veces hasta que "queden bien"; cuántas horas al día desperdiciarías en calcular cúantos años hace que tu viejo te regaló ese buzo que tenés puesto y cuánta plata te queda en el bolsilo si saliste con 100 pesos y compraste una gaseosa y un subtepass. Advertencia: las cifras exactas no sirven, los centavos exigen respeto. El día que todo me chupe un huevo y logre distraerme y/o distenderme viendo a Rial estaré "curado"; el día que prefiera jugar al fútbol con botines, que sea menester patear un penal decisivo, que busque liderazgo aunque en ello se vaya a la mierda mi ideología, que aprenda a hacer globos con los chicles, que guiñe el ojo derecho; que el 7 de espada y el de oro formen una sonrisa. Si eso conlleva la "cura", me quedo con mi TOC. El conformismo no es compatible con el TOC, ni conmigo.