-No, no. Si usted me dice: la gravedad es verdad, porque es una idea unánime, yo le diré: no; la gravedad es unánime porque es verdad. Hay alguna diferencia. Para mí, dentro de lo relativo de todo, la gravedad es una verdad absoluta.
-Para mí, no; puede ser una verdad relativa.
-No estoy conforme -dijo Andrés-. Sabemos que nuestro conocimiento es una relación imperfecta entre las cosas exteriores y nuestro yo; pero como esa relación es constante, en su tanto de imperfección, no le quita ningún valor a la relación entre una cosa y otra. Por ejemplo, respecto al termómetro centígrado: usted me podrá decir que dividir en cien grados la diferencia de temperatura que hay entre el agua helada y el agua en ebullición es una arbitrrariedad, cierto; pero si en esta azotea hay veinte grados y en la cueva quince, esa relación es una cosa exacta.
-Bueno. Está bien. Quiere decir que tú aceptas la posibilidad de la mentira inicial. Déjame suponer la mentira en toda la escala de conocimientos. Quiero suponer que la gravedad es una costumbre que mañana un hecho cualquiera la desmentirá. ¿Quién me lo va a impedir?
-Nadie; pero usted, de buena fe, no puede aceptar esa posibilidad. El encadenamiento de causas y efectos es la ciencia. Si ese encadenamiento no existiera, ya no habría asidero ninguno, todo podría ser verdad.
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