Extraído del libro de Osho "Intimidad"
EN el momento en que te aceptas como eres, te abres, te haces
vulnerable, receptivo. En el momento en que te aceptas a ti mismo ya no
hay necesidad de un futuro, porque no hay necesidad de mejorar nada.
Entonces todo es bueno tal y como es. La vida empieza a adquirir un
nuevo color, surge una música nueva con esa experiencia.
Aceptarte a ti mismo equivale a empezar a aceptarlo todo. Si te
rechazas, prácticamente rechazas el universo, la existencia. Si te aceptas,
también aceptas la existencia, y lo único que tienes que hacer es disfrutar.
No queda ninguna queja, ningún resentimiento; te sientes agradecido.
Entonces la vida es buena y también la muerte, la alegría es buena y
también la tristeza, como lo es estar con la persona amada y estar a
solas. Entonces, ocurra lo que ocurra es bueno, porque surge del todo.
Pero llevamos siglos enteros condicionados para no aceptarnos a
nosotros mismos. Todas las culturas del mundo han emponzoñado la
mente humana, porque todas dependen de una cosa: mejorar. Todas te
crean ansiedad, el estado de tensión entre lo que eres y lo que deberías
ser. Las personas siempre se sentirán angustiadas si existe un «deberías»
en su vida. Si tienes que satisfacer un ideal, ¿cómo puedes estar
tranquilo? ¿Cómo puedes sentirte a gusto? Resulta imposible vivir nada en
su totalidad, porque la mente ansia el futuro. Y ese futuro nunca llega, no
puede llegar. Por la naturaleza misma de tu deseo, es imposible: cuando
llegue empezarás a imaginar otras cosas, a desear otras cosas. Siempre
se puede imaginar una situación mejor, y estar siempre angustiado,
tenso, preocupado: así ha vivido la humanidad durante siglos.
Solo muy raramente consigue una persona escapar de la trampa. Esa
persona se llama Buda, Jesucristo. El hombre que despierta es el que se
libra de la trampa de la sociedad, el que comprende que es un absurdo.
No puedes mejorar. Y recuerda que no quiero decir que no se produzcan
mejoras, sino que no puedes mejorarte a ti mismo. Cuando dejas de
mejorarte a ti mismo, la vida te mejora. Al relajarte, al aceptarte, la vida
empieza a acariciarte, a fluir dentro de ti. Y cuando no tienes
resentimientos, ni quejas, empiezas a florecer.
Por eso quiero decirte que te aceptes tal y como eres. Y es
precisamente lo más difícil del mundo, porque va en contra de tu
educación, de tu cultura. Te han dicho desde el principio cómo deberías
ser. Nadie te ha dicho que eres bueno tal y como eres; todos han
instalado programas en tu mente. Te han programado tus padres, los
sacerdotes, los políticos, los profesores, y te han programado solo para
una cosa: mejorar. Estés donde estés, debes correr en busca de algo
más, sin descansar, esforzándote hasta la muerte.
Lo que yo deseo enseñar es muy sencillo: no pospongas la vida. No
esperes a mañana, porque nunca llega. ¡Vívelo hoy! (...)
Acéptate como eres: eso es rezar. Acéptate como eres: eso es
gratitud. Relájate en tu ser; así es como Dios quería que fueses. No te
quería de ninguna otra manera, porque si no, te habría hecho otra
persona. Te ha hecho tú y no otra persona. Intentar mejorarte equivale
prácticamente a intentar mejorar a Dios, una estupidez que solo te llevará
a enloquecer cada día más. No llegarás a ninguna parte y habrás perdido
una gran oportunidad. (...)
Esto es lo que todo el mundo piensa en el fondo: «No tengo nada.» ¿
Qué es lo que no tienes? Pero claro, nadie te ha dicho que tienes toda la
belleza de todas las flores, porque el ser humano es la flor más grandiosa
de la tierra, el ser más evolucionado. Ningún ave puede cantar como tú;
los cantos de los pájaros son solo ruidos, aunque sean hermosos porque
nacen de la inocencia. Tú puedes cantar mucho mejor, cantos de mayor
significado, pero preguntas: «¿Qué tengo yo?»
Los árboles son verdes, hermosos, las estrellas y los ríos son
hermosos, pero ¿has visto algo más hermoso que un rostro humano? ¿
Has encontrado algo más bello que los ojos humanos? No existe nada
sobre la faz de la tierra más delicado que los ojos humanos; ni siquiera
una rosa o un loto pueden competir con ellos. ¡Y su profundidad! Pero
sigues preguntando: «¿Qué tengo yo que ofrecer en el amor?» Debes de
haber llevado una vida de autocensura, cargándote de culpa.
En realidad, cuando alguien te ama, no te lo puedes creer. «¿Cómo?
¿A mí? ¿Que alguien me quiere a mí?» Y surge la idea en tu mente:
«Porque no me conoce, es por eso. Si llega a conocerme, si llega a ver
cómo soy, no me querrá.» Por eso empiezan los amantes a ocultarse
cosas. Se guardan muchas cosas para sí, no revelan sus secretos porque
tienen miedo de que en el momento en que abran su corazón
desaparecerá el amor, porque si no pueden amarse a sí mismos, ¿cómo
concebir que los quiera otra persona? (...)
Acéptate, ámate, porque eres una creación de Dios. Llevas impresa
la firma de Dios, y eres especial, único. Nadie ha sido como tú y nadie lo
será, porque eres único, incomparable. Acepta este hecho, ámalo,
celébralo, y al celebrarlo empezarás a comprender la singularidad de los
demás, la incomparable belleza de los demás. El amor solo es posible
cuando existe una profunda aceptación de sí mismo, del otro, del mundo.
La aceptación crea un entorno en el que crece el amor, un terreno en el
que florece el amor.