Cuando uno adquiere consciencia de su carácter, ya lo tiene. El símil que han trazado muchos autores con el lenguaje es muy certero: cuando te das cuenta de que tu lengua materna es el español, el francés, el catalán... ya la tienes. Tiene poco sentido intentar distinguir lo innato (hoy diríamos "genético") de lo adquirido. Cuando quieres enterarte, eres ya por emplear una nosología clásica, aunque obsoleta, introvertido o extrovertido.
Por lo tanto, el carácter se nos presenta como una realidad exterior a nosotros, dada, impuesta. ¿Significa eso que no se puede cambiar? No necesariamente, pero si el carácter es el conjunto de recursos con que hemos aprendido a responder a los estímulos de nuestro entorno -del mismo modo que el lenguaje- es complicado aprender o adquirir un nuevo carácter y aun más difícil librarse por completo de aquel con el que hemos "nacido".
Impugnar por completo una forma de ser lleva a un callejón sin salida. Tiene que haber de todo, los talentos de un tipo u otro se complementan. Ante todo, uno tiene que intentar conocerse y no tropezar demasiadas veces en la misma piedra.
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