En cualquier grupo los chicos enseguida establecen una «jerarquía de dominación». Los niños suelen tener grupos amplios de amigos en los que existe una clara y definida jerarquía. En estos grupos lo importante es ser respetado y harán lo que sea para elevar su estatus dentro del mismo. Para tener estabilidad en el grupo es preciso gozar de una identidad fuerte que en muchas ocasiones se logra con enfrentamientos. Como señala el sociólogo holandés Kool Neuvel, «los chicos juegan en grupos jerarquizados, en los que el rango y el poder cuenta mucho. Y forman su identidad de grupo enfrentándose a otros jóvenes, chicas o adultos» (en ¿Por qué los chicos no son chicas?).
A los chicos les preocupan mucho más las reglas. No se las saltan ni las suelen flexibilizar. A los amigos, como regla general, les une el gusto por una actividad o un juego en común. La mayoría se divierte con peleas ficticias, simulacros de combates, persecuciones aceleradas, juegos ruidosos y bruscos. Lo importante es la acción que realizan, sin quedar apenas espacio para la conversación que consideran perfectamente prescindible. La intimidad propia y la del compañero no tienen importancia, lo importante es la acción, no la conversación.
Las reglas y costumbres relativas a la amistad son, sin embargo, bien diferentes en el universo femenino. Las niñas forman grupos reducidos de amigas, donde se encuentran en un plano de mayor igualdad. Buscan ser aceptadas y queridas por sus amigas. Cuando juegan de manera informal, las niñas raramente entran en competencia abierta con ganadores y perdedores claros. Optan por el mantenimiento de la armonía social y prefieren evitar los conflictos. Al contrario que los chicos, ellas suelen organizarse en «pandillas planas», grupos no jerárquicos, sin líderes, de pocas niñas, sensibles a sus mutuas necesidades. Estos juegos encierran incesantes y recíprocas concesiones. Las niñas se turnan, hacen propuestas, apelan a la razón e intentan convencer. Casi nunca recurren a la fuerza. Si surge un conflicto, las niñas interrumpen el juego, dejan al lado las reglas, las cambian o hacen excepciones, porque lo que importa en esos momentos son los sentimientos de una persona. No es vital ganar, sino «caer bien». Es muy usual que los juegos estén llenos de propuestas interrogativas como ¿Jugamos a la comba? ¿Queréis que saltemos?, en las que la opinión de las otras cuenta en la búsqueda de un consenso final que evite la confrontación. Por el contrario, los niños utilizan más frases imperativas y dan órdenes a otros sin importarles demasiado si están o no realmente de acuerdo pues no les importa el peligro que entraña un conflicto o la ruptura de una relación social.
El centro de la vida social de una chica es su mejor amiga y la conversación es un componente esencial y la intimidad es la clave. A mayor grado de amistad, mayor comunicación de datos íntimos. Se cuentan sus aficiones, inquietudes, gustos, problemas, sufrimientos, en definitiva, sus sentimientos más profundos. El cerebro de las niñas es una máquina construida para relacionarse, ese es su principal quehacer y es lo que las impulsa desde el nacimiento. Mientras que el de los chicos es una máquina de precisión para el movimiento y la actividad.