Lo siento, sé que esto te molestaría, sé que me reprobarías, me dejarías de hablar, no me volverías a coger el móvil, incluso es posible que acabarás por atacarme…pero no puedo evitarlo y también sé que (en el fondo) te gustaría.
No, no me puedo olvidar de la fecha de hoy. Son ocho años, no parece una fecha significativa para las celebraciones onomásticas por antonomasia, pero es la primera vez que se cumple y tú ya no estás. Hace dos años me revolvía al pensar que llegaba este día y no estábamos juntos, ahora veo que era un egoísta (¿por qué uno se da cuenta de lo cruel que puede llegar a ser cuando ya nada tiene remedio? :(). Porque estabas, aunque no fuera a mi lado, pero estabas.
Niña, ¿lo recuerdas?, seguro que te haces la despistada y, sin embargo, lo recuerdas perfectamente. Siempre me lo hacías saber con tus maneras tan sutiles y discretas que adornaban tu misterioso encanto. Era la tercera o cuarta vez que nos veíamos (eso sí que no lo recuerdo), solamente hacía tres meses que este misterio tan inescrutable que es la Red nos había presentado en aquél Chat de segunda fila. Mes y medio, desde que nos vimos en persona y nos dimos un tímido primer beso en nuestras respectivas mejillas. Pero, aquél 27 de marzo de 2001, fue el momento de la verdad. La mejor jornada de mi vida.
Habíamos quedado en la estación a las 11:00. La guagua como siempre se retrasó (se convirtió en una comidilla habitual entre nosotros, aunque tu ecologismo militante siempre defendió que la culpa era de los coches). Al llegar, te veía desde la ventana algo nerviosa e impaciente. Cuando me bajo, cambiaste y pusiste tu gesto más sereno y, en cierta medida, displicente. Sabías que eso me gustaba, que era darme un trozo de hilo para enredarme en tu tela.
Fuimos a la playa (como nos dice el viejo profesor, niña, por cierto que me nombraron
“reina por un día”). Allí en la playa del Médano, donde todavía no han puesto sus miserables zarpas los depredadores del ecosistema (la lucha continua, niña, y vamos ganando), en el lugar más paradisíaco del Atlántico Sur, paseamos, nos bañamos y charlamos sobre lo divino y lo humano como estábamos haciendo desde hacía meses y continuamos durante años. Nos sentamos a comer unos bocadillos, unos refrescos y unas piezas de frutas (tú también trajiste aquellas galletas rellenas de vainilla que tanto me gustan ;)). A medida que pasaba el día, no podía evitar mis nervios, mi corazón estaba latiendo a mil por hora, nunca había experimentado sensación igual y creo que nunca más la tendré. Sabía que estaba enamorado, empero no estaba seguro de que tú me correspondieses. Mi timidez me impedía ir directo y seguí andando por vericuetos haber si conseguía sacar algo de tu hermética actitud.
Ya eran las 19:30 y me tenía que ir, te dije que no hacía falta que me acompañaras de nuevo a la estación, pero tú insististe. Durante todo el trayecto un ominoso silencio se apoderó de nosotros, parecía que tras un día en que nuestras palabras fluyeron solas, no sabíamos ya que decir, incluso nos sentíamos algo incómodos. Llegó el momento de la despedida (para mis adentros, decía “TE QUIERO”, pero hacia fuera nada), todo parecía visto para sentencia. Había sido un gran día de todas maneras, ya habría nuevas oportunidades….y de repente, justo cuando iba a darte un abrazo fuerte, te erguiste hacía mi boca y la fundiste con la tuya. Había sido un día de calor, pero ni todo el Sol que habíamos cogido era comparable al sonrojo que nos provocó nuestro primer beso. Ya si podíamos hablar, pero ya no teníamos ganas, lo que deseábamos era proseguir con nuestro beso. Fueron varios, cada vez a mayor intensidad y menor rubor. Nos consumíamos como si fuera el último día que nos veríamos. Por primera vez en mi mísera vida sentí que esta tenía un sentido, que merecía la pena, que todos los disgustos pasados quedaban enterrados. Nacía una nueva esperanza. A partir de aquél día y durante 5 largos y fructíferos años, la felicidad me cautivó a cada momento en que sentía de alguna manera tu presencia.
No pienso hablar de lo que ocurrió después, lo he borrado de mi memoria. Solamente guardo para ti, mis mejores recuerdos, mis mayores anhelos, mis grandes objetivos y mis amargas melancolías. No sé como agradecerte tanto estos años, ahora que ya no me puedes leer. Me ahogo en lágrimas en estos instantes solamente de recordarlo y más sabiendo el trágico final que no pensaba que llegaría, aunque tú repitieras muchas veces que estaba anunciado…me quedo sin saber que más escribir, que más contarte, niña, ¿qué más?, dímelo tú, yo ya no puedo. Solamente alcanzo a decirte lo mismo aunque ya no puedas leerlo ni oírlo (igual que en la playa hace ocho años, no podías porque no me atrevía): TE QUIERO, siempre TE QUERRÉ allá donde estés. El amor, no es como el cartero, solamente llama una vez. Sé que te estoy idealizando y que eso es un error con el que no pararás de maldecirme, pero ya sabes que soy inasequible al desaliento y allí donde tú estés, yo también estaré. Porque es lo que siento, porque es en lo que creo y porque solamente tu puerta es la que quiero cruzar, aunque sea para sucumbir al abismo....
